viernes, 1 de junio de 2012

La muerte de la patria de los sin-patria


Estamos tan hundidos que en estos nuevos tiempos ya no hay que valerse de las armas y las bombas, de los ejércitos y los mercenarios; para destruir y poder entonces controlar un país como si de una colonización se tratase.

Se aduce a una comunidad de iguales donde todos arriman el hombro pero en la que en realidad los más poderosos no quieren perder un apice de su subjetiva prosperidad. Las nuevas armas son las palabras y el dinero, las acusaciones y las calificaciones y, como siempre, el poder y el uso del miedo como elemento coercitivo ahora elevados a un nuevo umbral tan bien camuflado y alejado de las anticuadas normas constitucionales que nadie puede realmente demostrar la devastación y el genocidio que estas minorias estan provocando en el resto de Estados.

Y en el fondo del todo, esta esa rabia contenida que recorre Europa en forma de una de sus más silenciosas pestes, pestes transportadas por ratas pero cuyo origen desconocemos. Y entretanto, mientras forcejeamos en busca de respuestas, unas corroídas y corrompidas Keres juegan a desmenuzar nuestros desnudos cuerpos al tiempo que nuestras almas se hunden en el frío Tártaro.